martes, 4 de noviembre de 2008

Soledad, olvido y memoria

Ahora que este atípico mes de octubre disfrazado de duro invierno apura sus últimos latidos me viene a la mente una canción de Ismael Serrano que lleva por título "Aquella tarde". Un tema que trae consigo un mensaje entre líneas. Una letra que habla de una jóven pareja y de una tarde como otra cualquiera. Una tarde de cine, café y sexo. Una de tantas tardes en las que las aceras arden y el ritmo frenético de la ciudad avanza con paso firme. Gente yendo y viniendo de un lado para otro. Autobuses repletos de almas y coches que esconden miradas perdidas. Nada nuevo. Nada extraño. Al mismo tiempo en otro lugar del planeta los B-52 vacían sus vientres sobre la ciudad de las mil y una noches. Y todo ello sucede mientras en algún rincón más lejano un niño cae vencido a los píes del hambre. Un mismo momento pero distintas historias.

El pasado martes la ciudad que me vio nacer ponía punto y final a sus fiestas patronales. Pasada la media noche el cielo se pintó de mil colores. Los fuegos artificiales anunciaban que, un año más, las fiestas de San Agustín llegaban a su fin. La suave lluvia intentó sabotear la celebración fracasando en el intento. En esta tierra ya estamos demasiado acostumbrados a las inclemencias del tiempo. Nada pudo impedir por tanto que, como cada año, el resplandor pirotécnico iluminase las aguas de la Ría así como el océano de paraguas que resguardaban a los presentes. Todo esto sucedía mientras un servidor contemplaba el cielo avilesino desde la ventana de su habitación. Ajeno a la multitud, lejos del mundanal ruido. Recuerdo la estampa. Mi calle guardaba un silencio sepulcral alterado solo por algunos personajes variopintos que entraban y salían de cierto antro extraño. Gentes sin alma más ajenos aún que yo al festival de luces y colores. Recuerdo que buscaba con la mirada alguna señal de vida en las ventanas del edificio de en frente. Alguna luz. Algún rostro. Nada. Me sentí solo. Muy solo. Y por extraño que parezca, aquella soledad me hizo sentir realmente bien. Con la mirada ya perdida, casi ajeno al cielo coloreado, fumando un cigarrillo empecé a recordar. Hice una especie de recuento final de este último verano que se nos fue de las manos no hace tantas lunas. "Cómo han cambiado las cosas…" murmuré. Los veranos de hoy no son como los de ayer. No son mejores. Tampoco peores. Distintos. Y lo son porque nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Lejos quedan aquellos niños cuyas vidas eran semejantes. El paso de los años les ha obligado a tomar caminos dispares. Hoy aquellos niños son jóvenes a punto de dar el salto al mundo real cansados de ser señalados con el dedo por adultos que les dan por perdidos. Por fortuna y a pesar de las vueltas que da la vida, algunos de aquellos niños aún se dejan ver por las calles de Matanza de los Oteros en esa época del año en la que el sol pinta de amarillo los campos. Ayer, veranos eternos. Hoy, fugaces. Pero intensos, muy intensos.

Exhorto en tantos recuerdos perdí la noción del tiempo. Cuando volví al mundo real los fuegos artificiales ya habían acabado. Los portales engullían a la gente que volvía a sus casas con la resignación de saber que a la mañana siguiente la vida volvería a la normalidad. Día laborable. "Mañana tengo que madrugar, me voy a la cama", pensé. Pasaban varios minutos de la una de la madrugada. En el ambiente aún flotaba cierto olor a pólvora. Cerré la ventana dejando al otro lado el abismo de la ciudad y los recuerdos veraniegos que durante un tiempo dieron sentido a mi vida.

Hace días en la pared de un bar de copas de Avilés leí lo siguiente: "El olvido no es victoria sobre el mal ni sobre nada y si es la forma velada de jubilarse de la historia. Para eso está la memoria, que se abre de par en par en busca de algún lugar que devuelva lo perdido. No olvida quien finge olvido sino quien puede olvidar".

Y yo no puedo olvidar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

mejor no olvidar, ese olor a pólvora, esa sensación de haber vivido otros días

siempre hay un sonido, un olor, que nos hace recordar

un abrazo

Sita dijo...

yo tampoco puedo olvidar..
vivo veranos fugaces e intensos.. y no quiero pegar el salto al mundo real!
sólo volver...

Anónimo dijo...

Lo que somos ahora está hecho de todos esos recuerdos.....esos veranos han hecho de nosotros lo q somos.
Fdo: una de Valdespino ;-)