jueves, 19 de junio de 2008

Al otro lado del mundo

Cae la noche y la lluvia golpea con violencia el cristal de la ventana. El cielo está triste y en su búsqueda de desahogo decide descargar su lamento sobre este lugar perdido de la mano de Dios. Los truenos suenan a quejidos y hacen retumbar los cimientos de la casa. La luz que desprende cada rayo ilumina por unos instantes este hermoso paraje a orillas del Pacífico. A pesar del festival de luces y sonido, Martín permanece inmóvil junto a la ventana contemplando el espectáculo. Fuma tranquilo, sin prisa, como si no existiese el tiempo. Saborea cada trago de Zacapa como si fuera el último. Cierra los ojos al inclinar hacia atrás su cabeza para sentir cómo se precipita cada gota de ron por su garganta. Al otro lado del cristal el mundo parece estar a punto de explotar y sin embargo su única preocupación es dibujar con los labios perfectos aros de humo. Hace calor, como siempre en esta tierra. Por un instante siente el deseo de cruzar la puerta y salir al exterior para empaparse de todo ese llanto de cielo y sentirse vivo. Los altavoces de su ordenador esparcen por toda la estancia las notas de una triste canción que habla de un soldado al que se le escapa la vida en el campo de batalla y cuya última imagen es el rostro de una mujer que ama con locura y a la que, sin quererlo, condena a esperar su regreso eternamente. Suenan los primeros versos: «Gonna close my eyes, girl, and watch you go running through this life, darling, like a field of snow». Martín está solo, igual que la mujer del soldado. Declinó la oferta de sus amigos de quemar esta extraña pero tentadora ciudad por cuyas calles deambulan de la mano la tristeza y la pasión.

«Perfect summer's night, not a wind that breathes, just the bullets whispering gentle 'mongst the new green leaves». Sigue viva la agonía del soldado y Martín no puede evitar pensar en cómo era su vida antes de cruzar el charco y venir a esta parte del planeta. Siempre quiso viajar y conocer mundo pero nunca encontraba el momento oportuno. Había demasiadas cosas que le ataban a su tierra: su familia, sus amigos, su paraíso y un trabajo soñado. La treintena se le venía encima y Martín se había acomodado hasta el punto de que ya no le importaba no cumplir su sueño de emigrar. Su vida era intensa. Trabajaba de día y vivía de noche. No recuerda cómo ni cuándo pero de repente las mujeres empezaron a encontrarle muy atractivo. Puede que las horas de esfuerzo en el gimnasio hicieran por fin efecto. Quién sabe. El caso es que ni siquiera él acierta a contar cuántos cuerpos desnudos se deslizaron por las sábanas de su cama en aquel piso coqueto que compartía con su amigo de la infancia Guille. El éxtasis llegó cuando aquella atractiva jefa, odiada por todos y que rondaba los cuarenta, le propuso hacer horas extras en su chalet de ensueño. La vida le sonreía. Todo iba bien… hasta que se cruzó en su camino Lucía. De tez morena y larga melena rizada, Lucía es una de esas mujeres que te cautiva aunque uno no quiera. Sonreía como ninguna y cuando se atusaba el pelo el mundo parecía detenerse envuelto en un silencio sepulcral. Era perfecta… salvo por un detalle. Lucía era la novia de Guille. Todo hubiera sido distinto si aquella noche no se hubiera quedado a dormir en el piso a pesar de que Guille tenía turno de noche. Aquel cálido martes de Junio la vida de Martín dio un vuelco horrible. Dios sabe que empeñó todo su esfuerzo en no desear a aquella mujer pero cuánto más lo intentaba más la deseaba. El vino, la suave voz de Diana Krall y la temperatura ambiental se encargaron de casi todo. La lujuria hizo el resto.

Martín supo al amanecer del día siguiente que su vida nunca volvería a ser la misma. La jornada fue un infierno. En la oficina la pantalla del ordenador temblaba antes sus ojos mientras el fuego de la traición le escocía en el alma. No hay excusa para esto, se repetía una y otra vez. Llegó a la conclusión de que sólo le quedaban dos opciones. Una, echarle cojones, agarrar el toro por los cuernos y apechugar con su pecado aún a riesgo de perder para siempre una amistad de un cuarto de siglo. La otra opción, huir. Toda la valentía que tuvo la noche que traicionó a su amigo se convirtió a la mañana siguiente en cobardía. Así que, huyó. Es lo mejor para todos, escribió en la bandeja de entrada de Lucía. Aunque me temo que aún estando en el fin del mundo, seguiré huyendo toda mi maldita vida, concluyó. Lucía fue la única persona que entendió su decisión de partir. El resto, familia, amigos y compañeros de curro aún hoy se preguntan por qué Martín decidió alzar el vuelo cuando su mundo lucía un intenso color rosa.

El temporal amaina. La canción llega a su fin: «Next wave coming in like an ocean roar. Won't you take my hand, darling, on that old dance floor?». Martín desliza la cremallera de su maleta y extrae una carta. La tormenta parece resurgir cuando abre el sobre y saca la invitación de boda de su viejo amigo Guille. Una invitación que nunca podrá aceptar.

Matanza de los Oteros, una noche calurosa de 2006

3 comentarios:

Paco Achaval dijo...

Un gusto conocerlo Don "elmorodematanza". Recien termino de leer su ultima anotacion, y volviendo al tema que nos convoco Casciari, usted mismo ve, que ni en los amigos de un cuarto siglo, se puede confiar!.
En cuanto a su amor por nuestra tierra, es reciproco con la vuestra, solo que cada dia la veo mas distante e inalcanzable. Supongo que con la cancion de Sabina "Con la frente marchita", te sentiras identificado.

Paco Achaval dijo...

Si Alberto, tengo casi toda la obra de Ismael, mis predilectas son: Ya Ves, Pajaros en la cabeza, Bajaste del Norte, Eres. Mi mujer e hija también comparten mis gustos musicales, no asi mis dos hijos mayores, que prefieren los grupos de rock.
En mi patria, tanto como la tuya y casi todas, se encuentra de todo; buena gente y de la mala, el secreto esta en encontrar tus pares en sentimientos y deseos. Desde que ando navegando por Internet, me encontre con tres grandes grupos; con los cuales comparto varias horas de mi vida y siempre a la distancia; en algunos casos llegamos a conocernos y compartimos buenos momentos.
Si te das una vuelta por el blog de otra comentarista de Orsai, encontraras un buen grupo de argentinos, con ganas de compartir sentidos y pensamientos por este medio.
Se llama “No sere feliz, pero tengo blog” y su nick es “Ginger”.
http://noserefeliz.blogspot.com/

Julia dijo...

Me gusta mucho tu prosa. Totalmente conmoverdoras tus historias. Un gusto leerte.
Saludos