viernes, 24 de octubre de 2008

Allí donde quiero volver

"All I want is to be back where things make sense". Esas son textualmente las palabras que pronuncia Morgan Freeman en su papel de Ellis «Red» Redding en un momento de la película Cadena perpetua (Sueño de libertad). Una obra maestra. Por momentos yo también tengo ese mismo deseo. Por momentos daría cualquier cosa por viajar a ese lugar donde las cosas tengan sentido. Sospecho que no es tarea fácil encontrar ese sitio en el mundo en el que vivimos; en esta vida a ratos dulce, a ratos insípida. Incluso en mi pequeño paraíso llamado Matanza de los Oteros hoy las cosas a menudo parecen no tener demasiado sentido. Empiezo a dudar, por tanto, que exista ese lugar en este presente, en nuestro presente. Rebuscando en el pasado encuentro un tiempo en el que todo era mucho más fácil, mucho más sencillo. Allí es donde quiero volver de vez en cuando, al lugar donde las cosas tenían sentido. Un sentido a veces ilógico pero sentido al fin y al cabo. Un lugar donde todo tenía un por qué. Un lugar donde...

...miraba la parte de abajo del MikoLápiz antes de abrirlo porque alguien me había dicho que si había cierto número tocaba premio seguro.

...intenté besar a mi novia de parvulitos en la boca porque el día antes descubrí en la tele que eso era lo que hacían las parejas. Aún me duele el bofetón.

...me esforzaba al máximo jugando al fútbol en el frontón o en el patio del colegio convencido de que las chicas me miraban, convencido de que ellas soñaban con jugadores de fútbol de recreo que regresaban al aula sudorientos y acalorados.

...me enfurecía cuando mis compañeros de 5º de EGB afirmaban que los niños no venían precisamente de París. En mi cabeza me inventé la idea de que las mamás se quedaban embarazadas porque los papás les besaban en la boca. Solo por eso. Cuando descubrí la verdad un pedazo de mi inocencia se perdió en el olvido.

...la primera vez que besé a una chica como mandan los cánones lo hice porque alguien más experimentado que yo me contó que la lengua no solo servía para chupar helados y pegar sellos. Aquello ocurrió en La Comarcal. Nunca lo olvidaré.

...con 7 años le grité a mi madre al bajarme del autobús de la escuela, ante la sorpresa de los allí presentes, que a pesar de su edad aún podía tener hijos. La profesora había resuelto mi duda horas antes sobre a qué años una mujer ya no puede quedarse embarazada. Aquel día el cielo se abrió para mí. ¡Por fin podría tener ese hermano pequeño tan deseado! Qué sabía yo de todo lo que acarreaba tener un hijo. Solo sabía que mi madre aún estaba a tiempo y mi único deseo era comunicárselo lo antes posible por si acaso ella aún no lo sabía. Ella aún hoy recuerda la vergüenza que pasó aquel día.

...siendo un canijo hice célebre una frase. La pronunciaba cada vez que veía un chapuzón cerca, bien en la bañera, bien en la playa o bien en la piscina. Era propia, genuina, única. Y mía, solo mía: "Al nene pal' agua, apunbale p'agua". Esa fue la primera vez en mi vida que me sentí realmente incomprendido. Todos reían a mí alrededor pero nadie tenía ni idea de lo que quería decir. ¡Qué gran frustración!

...mi abuela Mercedes siempre que venía a visitarnos a Avilés me traía chucherías. Pero unas en concreto. Siempre las mismas. Ella las llamaba castañas. Nunca compredí el por qué del nombre, quizás por la apariencia similar a una castaña asada. De todas formas, aquella dulce chuchería consistía basicamente en un pedacito de galleta bañada en chocolate. Recuerdo que nadie más en el mundo las llamaba así. Los compañeros del cole se reían de mí y decían que aquello no existía. "Que si, tontos, que mi abuela me las trae siempre y se llaman así", insistía yo enfurecidamente. Nadie iba a poner en duda la sabiduría de mi abuela. ¡Nadie!

...siendo un crío sufrí una herida profunda en la frente de la cual hoy guardo una marca de recuerdo. Todo por hacer el papel de héroe defendiendo a una niña del colegio del ataque del matón de la clase. ¿Por qué lo hice? Seguramente porque en alguna serie de la tele vi que así es cómo se comportaban los tíos duros y apuestos que siempre se quedaban con la más guapa.

...con 8 años hice el viaje en ascensor más largo de mi vida. Solo eran cinco pisos. A penas un minuto que me pareció una eternidad. La compañía de un hombre de raza negra me hizo pasar auténtico miedo. Y todo porque algún día del pasado escuché cómo algún hijo de puta definía a "esos dichosos morenos" como "gentuza muy peligrosa". Mi compañero de ascensor me miraba con ternura y simpatía mientras el temor de que me hiciera daño se apoderaba de mí. Supongo que él se dio cuenta de ello. Lo debió notar en mis ojos y en la expresión de mi cara. No lo recuerdo pero seguro que su rostro reflejaba también cierto miedo. Miedo de qué este puto mundo no vaya a cambiar nunca. Los adultos nunca aprenderán que los niños lo escuchan todo. Hacen y dicen lo que ven y oyen. Ese es uno de nuestros pecados: dar mal ejemplo al futuro del mundo.

Si señor, en aquel lugar todo tenía un por qué.